Pregunta 030: ¿Pierden las personas la potestad sobre sus cuerpos y su individualidad cuando entran en una relación de pareja?

Buen día Alfredo, tengo una inquietud en cuanto a las relaciones de pareja, ya que escuchado enseñanzas donde se dice que al contraer matrimonio dos personas dejan de ser dos almas para convertirse en una sola alma y que es necesario realizar innumerables sacrificios por mantener dicha unidad basándose en aquel versículo que dice que el amor todo lo puede y todo lo perdona, siendo así, ¿podríamos decir que al entrar en una relación es necesario perder nuestra individualidad como seres humanos para sostener la relación? Agradezco el tiempo que dedica a resolver mi inquietud. Diana pineda. Bogotá, Colombia

Buenas noches. Qué opinión te merece 1 Corintios 7:4, donde dice que "La mujer no tiene autoridad sobre su propio cuerpo, sino el marido. Y asimismo el marido no tiene autoridad sobre su propio cuerpo, sino la mujer". Agradezco tu ayuda al respecto, pues realmente no logro entender este punto, y estoy confundida. Gracias. FRZS, 19 años, Maracaibo, Venezuela

Esta es mi respuesta:

Buenas noches. Gracias a ambas por remitirme sendas inquietudes, que decidí responder en una misma entrega por ser afines. Como dije en una ocasión, no es mi intención convertir este espacio en un debate religioso. No obstante, aprovecharé esta oportunidad para dar mi punto de vista en un tema que considero de relevancia capital para la salud psico-afectiva de las parejas, aun cuando resulte ser espinoso entre los fieles cristianos, y algunos sectores del judaísmo.

Quiero basar mi argumento en lo expresado por Baruj Spinoza en su principal obra filosófica: Ética Demostrada Según El Orden Geométrico, Parte V, Escolio De La Proposición XX.

Dice allí Spinoza (las citas entre paréntesis son añadidas):

“…las aflicciones e infortunios del ánimo (depresión, ansiedad, culpa, ira y angustia) toman su origen, principalmente, de un amor excesivo (vínculo afectivo irracional, basado en apegos, adhesiones, dependencias perturbadoras) hacia una cosa (personas, animales o cosas) que está sujeta a muchas variaciones (mudanzas, vaivenes) y que nunca podemos poseer por completo. Pues nadie está inquieto o ansioso sino por lo que ama, y las ofensas, las sospechas, las enemistades, etc., nacen sólo del amor (irracional) hacia las cosas, de las que nadie puede, en realidad, ser dueño” (Ética Demostrada Según El Orden Geométrico, Parte V, Escolio De La Proposición XX).

Como es fácil de notar en esta enseñanza spinociana, todo aquello que lleguemos a amar en este planeta (la cosa amada, en este caso, la pareja) tiene dos características ineludibles: 1) está sujeta a muchas variaciones y 2) jamás podremos poseerla o adueñarnos de ella. Esto último, que es lo que nos interesa en este momento, significa que una esencia no puede ser poseída por otra esencia, pues a cada cosa la distingue una esencia particular, y si llegara a ser poseída por otra esencia, sencillamente, dejaría de ser.

En tal sentido, considero yo, que es un rotundo absurdo (idea irracional, inadecuada) llegar a creer que una relación de pareja implique necesariamente que el alma del hombre y la mujer se funden en una sola y única esencia almática, es decir, se tornen en una sola alma, o lo que es lo mismo, dejen de ser dos para volverse uno, lo cual representaría, sin lugar a dudas, la pérdida de la individualidad de cada quien y la supresión de la potestad sobre sus propios cuerpos, algo así como: mi cuerpo es tuyo y tu cuerpo es mío, porque yo soy en ti y tú eres en mí. Suena muy romántica y poética la frase, pero en el fondo, es un arma de doble filo, que ha provocado trágicos y funestos desenlaces en muchas familias de nuestra sociedad (celos, pleitos, chantaje, baja tolerancia a la separación, feminicidios, homicidios, suicidios, entre otras locuras más), y todo en nombre de "un amor que todo lo soporta y todo lo puede", que realiza enormes "sacrificios" para mantenerse unida al objeto de su amor, pero que en el fondo no es otra cosa que "amor excesivo e irracional", tal como lo advirtió Spinoza en su disertación. 

Debo afirmar aquí, que la idea de "la unificación de las almas" la predican los propulsores del concepto de "almas gemelas", los cuales enseñan a sus sedientos oyentes que el alma antes de descender a la tierra estaba compuesta de un aspecto masculino y un aspecto femenino, pero luego, al ser enviada a la tierra, el aspecto femenino fue puesto en un cuerpo de mujer y el aspecto masculino en un cuerpo de hombre. Posteriormente, por designio divino, estas dos almas se reencuentran, y a través del lazo matrimonial, ambas mitades se unen nuevamente, como eran en el principio (y son felices para siempre). Absurdas quimeras, diría Spinoza, que hacen pasar por Palabra de Dios, re-vistiéndolas de autoridad divina, a fin de seducir a los indoctos.

Personalmente, sí creo en la unidad de la pareja (o de las almas, si lo prefieren), pero sólo en cuanto al desarrollo de un propósito que ambos (hombre y mujer) se han trazado en su ruta marital, esto es, llegar a construir juntos un proyecto de vida familiar. Ciertamente se unen, pero no dejan de ser cada cual. Pero, lo que sí me resulta inaceptable, es la creencia de una unificación a nivel de las esencias, o de las almas, la cual se quiere imponer a las masas en nombre de Dios, como ya señalé, pues conlleva, consecuentemente, la pérdida de la identidad, y promueve la dependencia y el apego, lo que vendría a ser realmente "auto-anulación en nombre de un ideal", cosa muy riesgosa para el bienestar de un individuo y de cualquier relación de pareja que se llegue a establecer.

Ahora bien, debo indicar, que en cualquier condición en la que se encuentre un individuo, soltero o casado, su cuerpo le pertenece sólo a él y sólo él tiene toda la plena potestad sobre el mismo, y es una facultad o derecho que no es conveniente, bajo ninguna circunstancia y según razón, transferir o ceder a persona alguna, aun cuando sea la propia pareja. En otras palabras, el cuerpo de un hombre o de una mujer no dejan de ser sus cuerpos en razón de un vínculo amoroso, el cuerpo de él sigue siendo de él y el de ella sigue siendo de ella, y es responsabilidad de ambos, en mutuo acuerdo, participar abierta y espontáneamente en los repertorios o juegos sensuales, eróticos y sexuales a que dieren lugar cuantas veces lo deseen y cómo lo deseen, según convenga al grado de potencia de obrar propio.

Es evidente, pues, que la sexualidad y su disfrute es individual, y cada quien decide hacer con su cuerpo lo que mejor le parezca, es su potestad, según sus gustos y preferencias, y es, igualmente, su pleno derecho disfrutar de los placeres del cuerpo con su pareja, o solos si se quiere, y decidir qué permiten y qué prohíben en el ejercicio de la función sexual, sin que ello signifique lesionar la psiquis o el cuerpo propio o de la pareja, claro está, pues dichas prácticas se enmarcarían en el campo de las patologías sexuales, posibles parafilias, que pudieran generar consecuencias indeseables (hasta legales), según sea la gravedad de las mismos.

Hasta aquí mis palabras.

Quedo a sus órdenes.

Con cariño,

MSc. Lcdo. Alfredo Zambrano G.
Orientador en Sexología