domingo, 27 de diciembre de 2015

Pregunta 020: Las parejas que viven en unión libre, ¿son fornicarias, inmorales, vulgares?


Altamente agradecido, estimado Alfredo por los conocimientos dados en este campo de la sexualidad. Me gustaría me dé su opinión sobre las parejas que viven en concubinato, pues he oído a algunos decir con soportes bíblicos que esas parejas están en fornicación, son inmorales, desobedientes, etc. Disculpe usted si lo incomodo con mi solicitud. De nuevo, gracias. J.H.O. Rubio, estado Táchira.

Esta Es Mi Respuesta:

Saludos, J.H.O. Gracias a usted por ser un receptor más de nuestro trabajo, y gracias por comunicarnos sus inquietudes. Recuerdo hace algunos años haber respondido esta misma inquietud a un usuario de Aguachica, Cesar, Colombia. Por tal motivo, le transcribiré una respuesta idéntica a la dada en aquella ocasión, aunque con algunos ajustes de forma.
Cuando usted habla de “parejas que viven en concubinato” (o unión libre) entiendo que se está refiriendo a un hombre y una mujer, libres, hábiles e independientes, que por voluntad propia han decidido consagrarse el uno para el otro sin pasar por la formalidad del matrimonio civil y/o eclesiástico. De estas personas digo que, en ninguna manera, deben ser vistas como “fornicarias, inmorales, vulgares” (etiquetas propias de los sistemas religiosos opresores)… Ese hombre y esa mujer así lo quisieron y así lo resolvieron (o así se vieron "forzados" a hacerlo, por circunstancias que son de su exclusiva incumbencia) y es respetable en todos los sentidos (estemos o no de acuerdo con tal decisión), según los derechos fundamentales que les son intrínsecos a cada ser humano, siempre y cuando no se contravengan las leyes civiles y éticas  que cada sociedad se ha impuesto.

Que desde el punto de vista socio-cultural y religioso no sea “el ideal a seguir” (una conducta socialmente rechazada) es otro asunto, y lo debe asumir la pareja con plena conciencia y madurez (y en mayor escala si son miembros de alguna institución religiosa), pero ello no significa que sea "gente mala" o "perversa", "dignos de excomunión", "reprobados en cuanto a la fe", entre otros calificativos más. De paso, le aclaro que desde el punto de vista legal, tampoco es una situación indigna, pues los ampara el concepto de: relaciones de hecho, y tanto el hombre como la mujer (ella en especial) tienen su resguardo jurídico (en caso de muerte, enfermedad, separación, etc.).

Por otro lado, los hijos nacidos de estas relaciones no han de ser vistos como “bastardos”, “ilegítimos”, “gente torcida”, ¡No, por favor! ¡Mucho cuidado! ¿Quién nos puso como abogados acusadores de las libertades humanas? ¿Quién nos instituyó como jueces o legisladores de las decisiones de nuestro prójimo? Además, debe saberse que muchos de los líderes de la antigüedad (y de siempre) que mostraron valentía y fuerza motivadora para impactar positivamente a sus generaciones (líderes influyentes) fueron hijos de una “relación no ideal” (Jefté, por ejemplo). También sabemos que muchos individuos de la antigüedad (y de siempre) que le propinaron un daño moral y espiritual a sus generaciones fueron hijos de una “relación ideal” (Esaú, por ejemplo).

En cuanto al “respaldo bíblico” al que usted se refiere, le respondo a esos religiosos rígidos con otra pregunta rígida: ¿Cuál es el respaldo bíblico de las bodas civiles y eclesiásticas? Tendrían que haber varias, abundantes, no una sola, y lo digo por deducción lógica: un respaldo bíblico para los magistrados, otro para el pastor, otro para el cura, otro para el rabino y muchos más para los muchos grupos religiosos que se erigen como los “únicos” y “verdaderos hijos de Dios”, "elegidos para decidir sobre las decisiones humanas". ¿De cuál parte de la Biblia se extrajeron los manuales y ritos que se usan hoy en las bodas civiles y religiosas? Y más aún: ¿Quién les dio la autoridad de presentarlos como infalibles, exclusivos, santos, dogmáticos? Que se apele a "deducciones bíblicas", pudiera ser, cada quien está en su derecho de reclamarlo, pero si somos coherentes en la exégesis bíblica, no podemos esgrimir absolutos (dogmatismos) al respecto.

Eso explica por qué hoy en día (en pleno siglo XXI) existen grupos religiosos que no reconocen la legitimidad de una pareja que celebró su boda dentro de otro grupo religioso (incluso, aseveran que esas parejas están en una relación ilegal), y si esta pareja llegase a convertirse a la fe religiosa de aquellos, es forzada a volver a celebrar una segunda boda, según el ritual que consideran es el verdadero. Como dice el príncipe de los filósofos: “Lo que suele presentársenos como la Palabra de Dios, son unas absurdas quimeras, y bajo el pretexto de un celo religioso se trata constantemente de imponer a los demás la opinión propia. Sí, lo repito, este fue el constante objeto de los teólogos: el de arrancar a los libros santos la conformación de sus sueños y sistemas para encubrirlos con la autoridad de Dios” (Baruj Spinoza, Tratado Teológico-Político, Capítulo VII).

Como ve, mi amigo, todo es cuestión de interpretación, todo es relativo, nada es absoluto.

Por mi parte, recomiendo, conforme a la razón, que cada pareja haga lo que mejor le convenga a la relación, a ellos como personas, a su futuro hogar y a la sociedad plena, y si es el sueño de la mujer hacer las cosas desde una perspectiva "socialmente ideal", es decir, formalizando la relación ante las autoridades civiles y religiosas (ir al altar, para los cristianos, o venir bajo la jupá, para los judíos), con su vestido blanco y su velo, con un gran banquete de bodas y la respectiva luna de miel, pues no duden en satisfacer dichos deseos... Entiendo que estos sueños y aspiraciones son más intensos en la mujer, y deben ser respetados y valorados por el varón, y esforzarse por concedérselos, si realmente la quiere, la desea y está en sus posibilidades económicas de hacerlo... Y si ya conviven y tienen hijos, pero tienen el deseo de celebrar su boda por todo lo alto, según la costumbre de su entorno religioso, lo cual les traería una profunda satisfacción emocional y espiritual, es correcto y loable que lo lleven a cabo, pues todos aquellos sueños y aspiraciones que laten en el corazón de las personas vienen dados del mismo Creador, para su propia felicidad y bienestar integral. 

Pero si las cosas no se dan de esta manera "ideal", debe quedar claro que no es conforme a la razón juzgar a estas parejas como “inmorales, aberrantes, grotescas y ofensivas”, y menos aún, llegar a despreciarlas o discriminarlas como personas. Admito que son decisiones que se salen de la norma religiosa y/o socio-cultural, y en muchos casos resultan ser uniones “inconvenientes" (para las familias involucradas), "precipitadas" (por la falta de estabilidad económica, o por la falta de madurez psico-afectiva), y hasta “no ideales” (temas de edad, posición social, fe religiosas contrapuestas), más sin embargo, esto no nos da el derecho de etiquetar a estos seres humanos como "vulgares" "impúdicos" o "pecaminosos".

Hasta aquí mis palabras.

Un abrazo afectuoso.

MSc. Lcdo. Alfredo Zambrano García
Orientador en Sexología

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